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Anahí Flores (Buenos Aires, 1977) se dedica a escribir y dar talleres de escritura. No come animales desde 1987.


Es autora de los libros de cuento Lo más natural del mundo (Desde la Gente, 2019), Criaturas (Alto Pogo, 2018; esta obra fue seleccionada para integrar el stand de Argentina en la Feria del Libro de Frankfurt, edición 2018) y Todo lo que Roberta quiere (Textos Intrusos, 2013).


Autora de los poemas de Por encima del agua (Trapezoide Ediciones, 2023), Quizá en otro momento (Halley Ediciones, 2019), Sin embalar (Kintsugi Editora, 2019), Ciertas horas de la primavera (La carretilla roja, 2017), Se durmió y otros poemas (Bajo la Luna, 2015, gracias al tercer premio del Fondo Nacional de las Artes), Catalinas Sur (Eloísa Cartonera, 2012) y Limericks cariocas (Caki Books Editora, Río de Janeiro, 2011).


Publicó un único libro para las infancias, El crujido de las hojas, cuento ilustrado con los bordados de Patricia Weber.


Compiló Bailarinas (Desde la Gente, 2018), Basura (Desde la Gente, 2020) y Mascotas (Indómita Luz, 2023), tres antologías de cuentos de autores contemporáneos.


Ejerció como prejurado en los concursos de la Fundación La Balandra (género cuento) y el Fondo Nacional de las Artes (género poesía); en el concurso de novela Hebe Uhart y como jurado en el concurso de Sade Sede Junín (género cuento).


Algunos de sus cuentos y poemas se encuentran en revistas como Próxima, La Balandra, el suplemento de cultura del Diario Perfil. También en libros como En frasco chico (Colihue, 2004), Bendito sea tu cuerpo (Ventana Andina, Perú, 2008), La mujer rota (Literalia Ediciones, México, 2008), Lecturas + prácticas del lenguaje (Mandioca, 2015), El cuento, una pasión argentina (Ediciones Desde la Gente, 2016), entre otros.


Actualmente vive con su hija y su gata en Florida, Vicente López.


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Anahí Flores










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sobre vegetarianismo para Clarín

"De chica no conocía el término “vegetariana”. Pero tenía muy claro que yo era humana y que, por lo tanto, no tenía por qué andar comiendo los cuerpos de otros animales. Durante mi niñez, empecé a sentir que mi garganta era un tobogán o, mejor: un precipicio. La comida bajaba por mi esófago como si se suicidara."


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